jueves, 30 de julio de 2015

On air: Un padrino transexual

Hoy no quería hablar del alcalde. Al final me estoy poniendo más pesado con González que con Martínez así que cuando vi la noticia del transexual al que no habían dejado ser padrino del bautizo de su sobrino pensé que sería un buen tema para tratar en mi columna. Lo malo es que, al final, sí he hablado del alcalde.
Me siento identificado con pocas organizaciones. De hecho, voluntariamente creo que sólo soy cadista y miembro de la APDHA; lo primero por sentimiento, lo segundo por convicción. También formo parte de la Universidad de Cádiz, en este caso, porque confío en el papel de la universidad pública para cambiar la realidad, como único bastión del ascenso social de los hijos de los obreros. 
También participo en esta casa (Radio Cádiz) como colaborador voluntario porque creo en la libertad que me ofrecen y en las personas que me la dan. Como regla general, ni estoy en instituciones con las que no comparto sus líneas fundamentales, ni me quedo allá donde no me quieren. 
Son mis cartas, evidentemente, y cada uno decide cómo juega las suyas. Pero con esos principios, a mi me sigue sorprendiendo que haya personas que permanezcan en sitios donde no son bien recibidas o que participen de organizaciones que, directamente, ponen en duda su forma de ser. 
Me pasa, por ejemplo, con aquellas personas que tienen sexualidades distintas a la mayoritaria y siguen necesitando de su participación en la Iglesia Católica, una institución que, aunque cambien sus gobernantes, aunque pasen los años, no logra superar los prejuicios de índole sexual. 
Comprenderán que esta reflexión surge a raíz de la noticia de esta semana en la que el Obispado de Cádiz y Ceuta ha negado a un transexual la posibilidad de ser padrino de su sobrino. Una decisión arcaica, retrógrada, pero la decisión de los que mandan en esa organización. Casi prefiero eso al párroco que firmó una carta a favor de un alcalde corrupto. 
Evidentemente, no creo que ningún dios rechace a una persona por la forma de vivir su sexualidad. Supongo que será cuestión de fe, algo que yo perdí hace tiempo. Pero no creo que si existe un dios mire con peores ojos a un transexual que a un heterosexual corrupto. Ni creo que nadie pueda tener el monopolio de decidir quién es dios. Pero entiendo, perfectamente, que si quieres pertenecer a una organización como la Iglesia Católica tienes que obedecer sus reglas, por más anquilosadas que estén. Porque la Iglesia es un club privado, separado del Estado para lo bueno y para lo malo, para decidir quién puede ser padrino y para que un alcalde se niegue a ser miembro nato de una cofradía. 
Por eso, lo que más me sorprende de todo esto es que una familia quiera meter a su bebé recién nacido en una organización que no acepta a su tío tal y como es.

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