viernes, 26 de julio de 2013

On air: Griñán se va

Griñán tristón, Susana exultante. Foto simbólica de El Mundo
Mi columna de este jueves la he dedicado a la noticia política de la semana y, en esta categoría me parece que no hay ninguna que supere el anuncio de renuncia de Griñán y el traspaso de poderes a Susana Díaz. Todo ello implicado o relacionado, según se mire, con la declaración judicial del ex interventor de la Junta ante la jueza Alaya.

Que un político sobre el que se cierne una sospecha de corrupción dimita de su cargo tendría que ser una buena noticia. Más aún cuando dicha dimisión se anticipa a la imputación penal, ese rubicón judicial que debería plantear la exigencia de retiro. Sin embargo, la renuncia de Griñán anunciada ayer, está rodeada de tantos elementos negativos que la buena noticia pronto se transforma en reproche al madrileño que ha ejercido cuatro años de inquilino de San Telmo.
Reconozco que me sorprendió la noticia. A pesar de que algunos ya lo habían previsto, que Griñán renunciase a su fuero como presidente de la Junta ante la jueza Alaya, sabiendo como sabemos que la mujer con el trolley más famoso de España es absolutamente reticente a imputar a aforados y perder la instrucción, me extrañó. Pero pronto se filtró la primera trampa. Griñán pretende entrar por la puerta autonómica en el Senado y así mantener su fuero. Es decir, no renuncia para enfrentarse a pecho descubierto, sino que se va manteniendo sus privilegios.
Pero, estrategias procesales aparte, lo más indignante es el trámite sucesorio. Griñán ha encumbrado a Susana Díaz, una de esas profesionales de la política que tanto denostamos los ciudadanos. Lo hizo a través de un procedimiento sumarísimo y lleno de complicaciones, tantas que impidieron que las famosas primarias socialistas contaran con algún candidato no afín al régimen. No contento con el dedazo en diferido para convertir a la sra. Díaz en candidata a presidenta la aúpa directamente al cargo con esta maniobra furtiva y estival.
Se está convirtiendo en costumbre esto de que el elegido por las urnas se marche y deje a su sucesor sin que medie la convocatoria de unas elecciones. Ya lo hizo Chaves con el propio Griñán, Gallardón con Botella, Aguirre con Ignacio González o Bono con Barrera.
La última decepción es el papel jugado por Izquierda Unida. Tan alarmados que están por lo que hizo el PP en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, tanto que se les llena la boca con palabras como participación, democracia y transparencia parece que van a consentir a este juego de trileros para que tengamos una presidenta elegida con proceso digital.
Si los ciudadanos no elegimos programa, como ha demostrado Rajoy, si no elegimos presidente como ha demostrado Griñán y antes otros, ¿qué elegimos? Pues parece que sólo elegimos una estructura orgánica PP o PSOE que es quien de verdad decide. En resumen, los avales de los militantes socialistas han decidido quién presidirá en la Junta. Cuando veamos a Susana de presidenta podremos gritar “Qué poco hace falta para gobernar nuestra Andalucía”.

lunes, 8 de julio de 2013

On air: El susanismo

Griñán lee, mientras que Susana Díaz sonríe. Una metáfora.
Foto: abcdesevilla
Mi columna de la pasada semana surgió de una mezcla de factores. Por una parte, estuve corrigiendo los exámenes de mis alumnos de 1º del Grado de Derecho. La cantidad de suspensos me tenía bastante afectado cuando llegó el momento en el que Griñán propuso a Susana Díaz como candidata del PSOE a la Junta de Andalucía. No es la primera ni la última que hace carrera política sin ningún mérito ni capacidad más allá que el servilismo al partido. Pero precisamente eso fue lo que me inspiró. Probablemente mis alumnos más brillantes tendrán problemas para encontrar un trabajo digno y acorde a sus capacidades. Sin embargo, entre los menos brillantes, puede que alguno alcance ese trabajo bien pagado si es capaz de afiliarse a un partido y hacer allí carrera pisoteando y lamiendo. Es lo que podemos llamar, el susanismo.

La semana pasada, sin ir más lejos, al hilo de mi comentario sobre la universidad, recordaba que estamos ante una las generaciones más preparadas de jóvenes españoles. Un importante porcentaje de los que nacimos entre los 70 y los 80 tenemos un título universitario colgado de algún muro. Los más afortunados, del de su trabajo, los menos del de su casa. Algunos, incluso, de la pared del salón de la casa de sus padres, que sigue siendo la suya porque el acceso a la formación no ha ido acompañado en nuestro país del acceso de forma estable al mercado laboral y, por ende, del desarrollo de los proyectos de vida lógicos.
Es curioso. Esta generación preparada coincide con la generación de políticos menos capacitados de la España democrática. Tenemos en nuestro gobierno una ministra de Trabajo que nunca ha trabajado fuera de la sede de su partido. Fátima Bañez viene a ser el colmo, pero no es la única. Ana Mato es otro ejemplo de mediocre carrera laboral desarrollada siempre dentro de la política.
También hay casos en el otro partido mayoritario. El gobierno de Zapatero consagró a nuestra Bibiana Aído, cuyo único trabajo conocido fueron unos meses en Unicaja. De allí a la Agencia Andaluza del Flamenco y después el estrellato, el Consejo de Ministros y la ONU. Algo parecido, o peor, cabe decir de Leire Patín, la ministra de Sanidad con pulsera milagrosa.
Es difícil que quien no ha salido del despacho oficial pueda entender lo que le sucede a los ciudadanos, lo que ocurre en la calle. Al final se genera un entramado endogámico en el que lo que predomina es el interés en perpetuarse en la política para mantener el nivel de vida: despacho oficial, coche oficial, móvil pagado por los contribuyentes. Debe ser por eso que, en estos momentos, los grandes enfrentamientos políticos no los estamos viendo entre unos partidos y otros sino dentro de los propios partidos.
Son solo ejemplos y no son los únicos. En nuestro Ayuntamiento hay alguna concejala que superada la treintena solo tiene en su curriculum estar estudiando Ciencias Políticas. O, si miramos más arriba, la mano que mece la cuna en San Juan de Dios desde la llegada del teofilismo tampoco tiene más bagaje fuera de la política que los años que trató de terminar Derecho.
En eso coincide con Susana Díaz. Más de diez años para terminar Derecho. Que Griñán quien siempre ha hablado del mérito y la capacidad como fundamento para su gobierno haya cocinado todo el proceso para tratar de que Susana Díaz sea la candidata del PSOE para la Junta es un desatino. Que Susana Díaz, sin ningún mérito profesional ni bagaje intelectual, pueda llegar a ser la presidenta de la Junta de Andalucía es sólo un ejemplo de lo mal que está la política en España.