jueves, 12 de septiembre de 2013

On air: Una generación con la maleta hecha


Hoy había tantos temas sobre los que hablar que casi he preferido esquivarlos todos. Desde la imputación de Griñán hasta la de Romaní pasando por la Vía Catalana de ayer o el Día de Gibraltar del martes. Tantas cosas sobre las que opinar que he preferido contar una historia que me afecta personalmente. La historia de mi amigo del que he omitido el nombre pero que quien me conoce y lo conoce a él sabe quién es.

Conozco a mi amigo desde hace casi veinte años. Cada sábado, muchos jueves y algunos domingos jugamos al fútbol juntos y después de tantos años hemos fraguado una sólida amistad. Con todo, no le he pedido permiso para contar hoy su historia pero como es mi amigo espero que no le importe. En realidad, hasta que no regresé a casa, solo, después de haberle estrechado la mano y haberme despedido de él hasta, como mínimo el año próximo, no supe que en esta columna contaría la historia de mi amigo. 
Mi amigo se va. Este fin de semana sale el avión que lo llevará a un país asiático donde ha encontrado trabajo de lo suyo, como ingeniero. Porque mi amigo tiene una titulación universitaria. Él cumplió con lo que le tocaba. Se formó, estudió, se preparó. Y después ha trabajado. Ha trabajado casi de todo. Como tasador en los años de la burbuja inmobiliaria, en empresas auxiliares de la industria naval y hasta como telefonista en un call-center. Ha alternado períodos de trabajo con períodos de paro y con treinta y muchos aún no ha alcanzado la estabilidad suficiente para embarcarse en la idea de ser padre. De hecho, hace cuatro años parecía que sí, que por fin tenía un trabajo con perspectivas de futuro y se casó con su novia de toda la vida. De ella se tendrá que separar este fin de semana para volverla a ver el año que viene. Once meses en Asia.  
Ayer hablábamos del tema con una resignación ilusionada. Te irá bien, es una magnífica experiencia, conocerás otro idioma, otra cultura. Mentiras piadosas para no decirle que lo echaré de menos, que me indigna que se tenga que ir él, que es un currante, un tío preparado y que se ha esforzado mucho en la vida. Se irá porque no le queda otra. Porque se le ha acabado la prestación por desempleo y tiene una hipoteca por pagar. Pero, sobre todo, se irá porque no tiene ninguna perspectiva de futuro. 
Debe ser que como trato en mi día a día la inmigración y los problemas, los anhelos y las frustraciones que provoca en los inmigrantes que me sigue doliendo tanto que la gente, que mi gente se vaya. Debería estar acostumbrado. Cualquiera en Cádiz nacido entre los setenta y los ochenta ha visto irse a tanta gente. Primero a Canarias, después a Levante, a Madrid, más tarde a Europa y ahora hasta a Asia. Ahora esa sensación se generaliza a España entera. 
Perdónenme que hoy no haya hablado de los EREs, de Quality Food o de los sobresueldos en el PP. Pero he hablado de mi amigo porque creo que casi todos tenemos un amigo que se ve obligado a emigrar. Y porque, en el fondo, los EREs, los sobres y todos los mangoneos a los que asistimos impertérritos son la causa por la que este país se desangra económica y humanamente con tantos amigos que se tienen que marchar.

1 comentario:

  1. A tu amigo le irá bien, conocerá mundo, su CV será mejor y volverá para triunfar. Y seguirá siendo tu amigo.

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