jueves, 6 de diciembre de 2012

On air: La Constitución en el día de hoy

El ejemplar de la Constitución con pastas amarillas que
teníamos en casa.
Foto: leccionesdehistoria.com
Cuando te toca hacer un comentario en la radio el 6 de diciembre hay pocas cosas mejores que hacerlo sobre la Constitución. Y más en mi caso que tengo una relación muy especial con el texto del 78: la de un amante defraudado.


Recuerdo aquel ejemplar de la Constitución con pastas amarillentas que guardábamos en el cajón del mueble de la entradita. Era curioso en una casa en la que seguramente no había ningún otro texto legal y pese a que ninguno de los miembros de la familia había superado el mero trámite de ojearla, allí estaba la Constitución del 78 a la que siempre me identificaron como símbolo de libertades y de ruptura con un tiempo que no convenía repetir. Su presencia y la coincidencia de que naciéramos en el mismo año me propiciaron siempre una relación especial con la Constitución. Por eso, cuando comencé a estudiar Derecho en Jerez me centré en el Derecho Constitucional al que dediqué varios años de mi vida profesional. 
Una de las cosas que me interesó siempre sobre la Constitución fue su reforma. O la ausencia de reforma. La Constitución se había convertido en un texto casi sagrado, prácticamente inmodificable que, pese a sus deficiencias notables, pese a sus concesiones al pasado, pese a sus anacronismos, era un referente por haber generado el consenso de la mayoría de españoles. En el imaginario colectivo se aceptaban sus defectos porque resultaba el elemento aglutinador, el tótem sobre el que sustentaban el período más prolongado de democracia y libertades. 
Pero todo eso saltó por los aires hace un par de veranos cuando PSOE y PP modificaron la Constitución en menos de un mes. Y lo hicieron para dinamitar el Estado del Bienestar, nuestro Estado Social y de Derecho sometiéndolo a los designios del poder económico europeo. Todos los poderes públicos quedaban sometidos al cumplimiento del déficit. La Constitución consagraba los derechos de los especuladores capitalistas internacionales por encima de los de los ciudadanos españoles. 
Desde entonces la Constitución muestra avergonzada sus costuras. Cinco millones de desempleados frente el derecho al trabajo. Cientos de miles de desahucios frente al derecho a la vivienda digna. Mossos de escuadra y banqueros indultados frente a la independencia del poder judicial. La cadena perpetua frente al carácter reeducador de las penas. La amnistía fiscal frente al carácter progresivo del sistema de impuestos. Es por eso que la Constitución se ha convertido en un elemento político a utilizar según convenga al político de turno. Los mismos que ponen el grito en el cielo porque los nacionalistas catalanes pretenden saltársela nada dicen del resto de artículos que se ven vulnerados día tras día. 
El día 6 de diciembre ha sido un día de celebración durante muchos años. Debe seguir siéndolo. Pero ahora hay que convertirlo también en un día de reflexión para recuperar el valor aglutinador de la Constitución y eso pasa por exigir su cumplimiento íntegro y su reforma.

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