sábado, 1 de diciembre de 2012

On air: Gestionar el Trece

La antorcha de la libertad y la Aduana.
Dos adefesios que invaden la plaza de Sevilla
La columna de esta semana iba a tener otro contenido. Un contenido que no puedo desvelar porque estoy pendiente de confirmar ciertos rumores que me han llegado. Mientras tanto, decidí lanzar algunas reflexiones sobre el futuro de Cádiz una vez superados los grandes eventos del Doce y tras el anuncio que oí en televisión de que Teófila no quiere presentarse a la reelección.


Pasó la Cumbre Iberoamericana. Regresaron los mandatarios de toda Hispanoamérica a sus despachos. Nos dejaron brillantes discursos como el de Rafael Correa e imágenes anecdóticas como la de Evo Morales en Carranza o la de Sebastián Piñera paseando por el Casco Antiguo gaditano. Fue de lo poquito que implicó a la ciudadanía, más allá de la presencia policial y las molestias de tráfico. Aún así, a Cádiz le puede caber el placer de una buena organización aunque no haya quedado clara la utilidad de aquello que organizamos bien. 
Porque el problema para los gaditanos viene ahora. Acabados los famélicos fastos del Bicentenario, se presenta ante nosotros un futuro con perspectiva nada halagüeña. El Doce ha servido para fomentar nuestra propia conciencia de tierra maldita. Las opiniones más optimistas sobre el Bicentenario que se escapa comienzan siempre por la frase “Dadas las circunstancias” o “Con esta crisis”. Nadie puede afirmar con rotundidad que este segundo centenario de la Constitución de Cádiz haya calado en la ciudad más allá de eventos concretos y dispersos. Desde mi punto de vista, es tan cierta la aseveración de que podría haber salido peor como la de que muy poco de lo hecho este año queda para el gaditano. Lo más visible son esos dos mamotretos extraños que han costado 600.000 euros. 
Ahora queda gestionar el Trece. Gestionar una ciudad con unas cifras de paro alarmantes, una ciudad que sigue perdiendo población, una ciudad con decenas de proyectos paralizados: el segundo puente, Valcárcel, Tiempo Libre, el pabellón Portillo, la fábrica de Tabacos, el solar de Navalips, la Ciudad de la Justicia, el nuevo Hospital... Son sólo unos ejemplos de un listado que contiene elementos para avergonzar a las cuatro Administraciones competentes en la ciudad.
Pero es el Ayuntamiento el que se tiene que poner a la cabeza para ofrecer alguna esperanza a los gaditanos. La opción que ha elegido es la del enfrentamiento directo con la Junta, pero convendría que antes cumpliera sus propios compromisos. Los equipamientos que están listos siguen sin contenido, como el Castillo de San Sebastián, la piscina de Astilleros o el Centro del Mayor de Puntales. Para colmo, vuelven a acumularse las facturas sin pagar a los proveedores en los cajones de San Juan de Dios.
Uno de los teofilistas de cabecera e ideólogo de la causa decía el otro día en una tertulia televisiva que esta es la última legislatura de Teófila. Lo dudo, más que nada porque el panorama a su alrededor es de absoluta desolación. Nadie en su equipo parece tener nivel suficiente para sucederla. No obstante sí que pone de relieve la dura realidad, pasado el Doce no queda proyecto ni ilusión de ciudad.

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