jueves, 15 de noviembre de 2012

On air: Mis paradojas ante la Cumbre

Una de las cosas que no me gustan de la Cumbre:
el monumento del Bicentenario.
Foto de lavozdigital.

Ya pasó la Huelga General. Como siempre, baile de cifras, unos pensando en los que no permiten a sus trabajadores ejercer su derecho, otros insistiendo en los que coaccionan a los que van a trabajar. Lo de siempre, vamos. Y en estas Cádiz se planta ante la Cumbre Iberoamericana. Y a mi me surgen muchas dudas. Dado que carezco de la seguridad del pensamiento único, sea de un lado o de otro, veo muchas cosas que no me gustan, pero me gusta que se celebre la Cumbre. Un poco la propia esencial del título de este blog. Lo trato de explicar en la columna de hoy aunque no sé si me explico bien.

No tengo clara la utilidad de una Cumbre Iberoamericana. No creo que sólo sea cosa mía. Incluso sus propios protagonistas cuestionan el formato y el sentido de una reunión de este tipo. Desde el famoso “¿Por qué no te callas?” la imagen que se transmite parece recordar más tiempos pretéritos en los que los virreyes rendían cuentas al imperio colonial que una reunión de iguales. Durante dos décadas España le ha dado la espalda a Iberoamérica enfrascada como estaba en su nueva condición de rica europea y ahora se somete para tratar de recuperar vínculos históricos. Resulta paradigmático oír hablar al ministro Margallo de establecer vías para la emigración de españoles a Hispanoamérica cuando durante estos años se han puesto todos los obstáculos posibles, y se siguen poniendo, a la llegada de los habitantes de estos países a la Madre Patria.
 No soporto la marginación histórica que en este tipo de contextos sufren los pueblos indígenas. De todos los presidentes que vienen a Cádiz, sólo Evo Morales y Ollanta Humala tienen ese origen. Mientras, en Chile, Honduras o Guatemala, por poner tres ejemplos, los descendientes de los primitivos habitantes de esas tierras sufren la explotación y la violencia institucionalizada de sus gobiernos.
No me gusta que mi ciudad esté tomada por la policía. Parece sitiada, doscientos años después. En un momento en el que la seguridad se basa más en la inteligencia y en la investigación, nos volvemos a encontrar con demostraciones de fuerza que no contribuyen a la prevención sino, en todo caso, a la represión. Todo ello sin olvidar el gasto que supone para las depauperadas arcas públicas movilizar a tantos agentes.
No entiendo la razón que ha llevado al Subdelegado del Gobierno a prohibir la Cumbre Alternativa que se iba a celebrar en la Facultad de Filosofía y Letras y desterrarla hasta Puerto Real. Ya sabemos que a este Subdelegado le gusta mucho prohibir y que, con tanta prohibición, se ha encontrado con varias sentencias judiciales que le afean ese exceso de celo. Se sabe que en la Cumbre se hablará, entre otras cosas, de la droga en general y de la coca en particular. No sabemos si el Subdelegado tiene una ponencia sobre cómo perder 300 kilos de cocaína y no dimitir.
Y dicho todo esto, si la Cubre ha de celebrarse, me alegro de que sea en Cádiz. Es, sin lugar a dudas, el gran éxito de este Bicentenario. Durante dos días, Cádiz alcanzará una repercusión internacional de la que ha carecido el resto de la conmemoración. Estoy seguro de que los gaditanos estarán, como siempre, por encima del evento y dejarán el nombre de Cádiz en todo lo alto. Otra cosa es que cuando todo esto se acabe, tengamos que comenzar a pedir cuentas a nuestros gobernantes. 

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