Joaquin García Marín en huelga de hambre por su puesto de trabajo. Foto: ugt-andalucia.es |
Hacía mucho tiempo que no
veía al Juaqui. Tampoco es que se nos pudiera considerar amigos. Más bien
conocidos. Durante varios años nos veíamos todos los días en el Pabellón y
desde entonces, cada vez que nos cruzábamos por la calle nos saludábamos
cortésmente. A veces me lo encontraba con el cepillo y el traje naranja. Otras,
paseando con su familia. Pero hacía tiempo que no lo veía.
Desgraciadamente, el otro día
vi su foto en internet y me dije, “pero si es el Juaqui”. Su foto ilustraba la
noticia de los dos trabajadores que estaban en huelga de hambre por haber
perdido su puesto de trabajo en la concesionaria de limpieza urbana, Sufi
Cointer. El Juaqui es uno de ellos. El otro es Tomás Calvo. A Tomás no lo
conozco más que de las noticias y de haber sido víctima de una agresión con un
punzón durante la huelga de recogida de basuras en julio de este año. Y aquí es
donde llegamos al meollo de la cuestión, a la huelga de julio.
Tras media vida trabajando en
las distintas concesionarias de recogida de basuras, de repente han surgido
motivos disciplinarios para despedir a estos trabajadores. ¡Qué coincidencia!
Son los trabajadores que más se significaron como portavoces en la huelga de
julio. Imagino que la empresa que tendrá más o menos cubierto el razonamiento
legal, pero esta decisión sólo dos meses después de la huelga resulta
especialmente sospechosa.
Es un ejercicio de fuerza empresarial.
Poder despedir a dos trabajadores que se han significado en la defensa de sus
derechos, los propios y los de sus compañeros sirve como golpe en la mesa y
como advertencia para el futuro. El despido como instrumento para atemorizar.
Es el camino al que nos llevan estas reformas laborales, este neoliberalismo en
el que el trabajador es un privilegiado que cobra y no un sujeto con derechos.
Llegados a este punto habría
que recordarles a los que usaron su tinta en algunos medios al servicio del
poder para poner en evidencia a los huelguistas, al comisario político de San
Juan de Dios que malversó dinero público para enfrentar a los ciudadanos con
los trabajadores, a los que criticaron los sueldos de los barrenderos, que las
únicas consecuencias de aquella huelga las han sufrido los propios
trabajadores. La regata se celebró, Cádiz recibió a los miles de millones que
contabiliza siempre Bruno, la basura se recogió; pero los trabajadores
perdieron el dinero de aquellos días de huelga y dos de ellos han perdido su
puesto de trabajo a la espera de que no pierdan nada más.
Es de suponer que el Ayuntamiento,
como titular del servicio, pueda evitar una tragedia. Ellos siguen con la
huelga de hambre y sus compañeros, de momento, no se achantan. Han organizado
una movilización para mañana y han convocado una huelga para apoyarlos y exigir
su readmisión.
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