jueves, 27 de septiembre de 2012

On air: Occam y los antidisturbios

¿Tan difícil es llevar el número identificativo visible y claro
como en Alemania?
El artículo de esta semana iba a dedicarlo a la Asamblea Local del PSOE que tiene que escoger nuevo candidato hoy mismo. Sin embargo, todo lo que rodeó el 25S y, en especial, la actuación policial, me llamó tanto la atención que no he resistido dedicarle mi columna. Y en todo no me ha dado tiempo a reivindicar que los antidisturbios españoles lleven visible su placa identificativa como primer elemento para mesurar sus actuaciones.
De acuerdo al principio de la navaja de Occam, la explicación más simple de las cosas es la que tiene más posibilidades de ser la correcta. Personalmente me considero seguidor de ese principio. Me gustan las explicaciones claras y tiendo a no creer en teorías conspiranoicas. No me creo, ni que los americanos no llegaran a la luna, ni que el 11-S lo organizara la CIA. Tampoco le he comprado nunca a Pedro Jota su teoría de que los mandos policiales y el espionaje marroquí estaban detrás del 11-M. 
Por eso, tiendo a ser reticente cuando me hablan de los policías infiltrados que revientan manifestaciones. Por mucha confianza que me generen las personas que me cuentan estas historias, por mucho que ellos se lamenten de los altercados, tiendo a creer que entre varios miles de manifestantes haya 15, 20 o 50 violentos es algo que entra dentro de la media y que puede reventar un ejercicio de movilización pacífica. 
Sin embargo, esta vez, con la marcha del martes hacia el Congreso, ha sido distinto, porque lo he visto. He visto vídeos de fuentes fidedignas que muestran que un grupo de los que se abalanzaron contra los antidisturbios y provocaron el inicio de las cargas policiales se identificaron posteriormente como compañeros de los agentes y detuvieron a algunos manifestantes. 
Ya, yo tampoco me lo creería si no lo hubiera visto. Pero lo he visto. Y me parece gravísimo que policías infiltrados se involucren en generar altercados. Pero seguro que no es cosa suya. Hay policías más y menos demócratas, pero para hacer eso la orden tiene que venir de arriba. 
Las razones son múltiples. Se trata de alejar a los que no participaríamos en actos violentos. Se trata de lograr la mayoría silenciosa esa de la que hablaba el franquismo y que ayer recuperó Rajoy, aunque sea a costa de asustar a la mayoría. Se trata de criminalizar una manifestación que ha sido comparada, incluso, con el golpe de Estado de Tejero. 
Y se trata, por supuesto, de desviar la atención. Los que mandan quieren que se hable de la violencia, de los altercados y no del descontento que está detrás de este movimiento. De una clase política entregada al poder económico y que no satisface nuestros deseos de democracia que, hoy por hoy, están sepultadas bajo la maquinaria de unos partidos que son grandes multinacionales y no servidores de los ciudadanos. 
Siento haberles dado la razón y haber hablado de la policía, pero es que la policía tiene el monopolio del uso legítimo de la violencia para proteger a los ciudadanos y no para generar disturbios. Por eso, ver a padres de familia sangrando, pelotas de goma en la estación de Atocha, ver una actuación policial que parecía de los grises, me intranquiliza enormemente.

Uno de los vídeos en cuestión:



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