jueves, 12 de julio de 2012

On air: Mi amigo Ramón

Mi amigo Ramón Sánchez Heredia.
Foto de cadiznoticias.com
Con el día que tuvimos ayer, lo más pulcro habría sido dedicar mi espacio en el Hoy por Hoy Cádiz a despotricar de este Gobierno mentiroso que nos conduce a la espiral de miseria y desesperación más inquietante en este país desde la posguerra destruyendo el Estado del Bienestar y las conquistas sociales que tanto esfuerzo supusieron. Sin embargo, he preferido oír la llamada de mi corazón y dedicarle este tiempo a un buen amigo que lo está pasando mal.


Los oyentes van a perdonarme que no dedique esta columna a la mezquindad, la hipocresía y el cinismo de Rajoy y sus palmeros del PP. No acostumbro a utilizar este espacio en Radio Cádiz para practicar la prosa laudatoria sobre un amigo, pero hoy creo que está justificado.

Mi amigo Ramón está luchando por su vida en una cama del Hospital Virgen Macarena de Sevilla. Nunca es la hora justa, pero con la vitalidad y la ilusión que me ha transmitido siempre Ramón, me resulta increíble que a estas horas se esté jugando la vida a cara o cruz en una UCI.

Conocí a Ramón Sánchez Heredia hace tantos años que casi ni me acuerdo. Él era abogado de la asesoría jurídica de la UGT, yo era un mocoso al que le empezaba a preocupar lo que ocurría a mi alrededor. Ramón me acercó a la doctrina social de la Iglesia, a la Teología de la Liberación. Me descubrió la palabra de Blas Infante.

Para mi se convirtió en un ejemplo, por su ejercicio comprometido de la abogacía a favor de los que menos tienen, por su voluntad educativa, por su compromiso ideológico,… Yo me alejé asqueado del andalucismo y de la Iglesia pero Ramón permaneció en el mismo sitio. Siempre con las mismas ideas, siempre en el mismo partido. Quizá no fuera el mayoritario, en el que la gente confiaba, pero era el suyo y no renunciaba a su andalucismo.

Fue por él, y sólo por él, ni siglas ni logos, que me embarqué en el proyecto de concurrir a unas elecciones. Un proyecto que fracasó pero del que aprendí muchísimo sobre la realidad de la ciudad que nos vio nacer, sobre esta Cádiz anclada en el tiempo y en el olvido de tantos.

En esta época en la que la clase política se encuentra tan devaluada, él es político de vocación, de los que vive con lo puesto y no aspira a nada más que a mejorar la vida de sus semejantes con las armas en las que cree, la palabra, el esfuerzo y la educación. Le han ofrecido tantas veces cambiarse de chaqueta, pasarse al bando de los vencedores, que sus renuncias, su tenacidad, me enorgullecen como amigo y lo definen como persona. Porque, sobre todo y, ante todo, Ramón es una buena persona. Tan buena que, quizá, en este mundo de lobos en el que se ha convertido la política, él está fuera de sitio. Pero se mantiene con el ejemplo de su esfuerzo para dignificar el término.

Si me he permitido esta licencia es porque, al fin y al cabo, Ramón es un personaje público, fue concejal del Ayuntamiento y candidato a la alcaldía y es secretario provincial del PA. Por eso y porque es mi amigo. Pero, sobre todo, porque mantengo la esperanza de que pronto vuelva a su casa y pueda oír estas palabras que nunca le dije en persona.

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