viernes, 2 de marzo de 2012

On air: También hay buenos abogados

Ricardi, con Antonia Alba y Juan
Domingo Valderrama
La columna de esta semana en Radio Cádiz nace de la noticia, conocida el miércoles, sobre la sentencia de la Audiencia Nacional acerca de la indemnización que debe recibir Rafael Ricardi. Con esto y recordando algunas de las cosas que le han pasado a Rafael, he querido hacer un homenaje a dos buenos abogados que han respaldado a Ricardi desde hace tres años.


Yo no quería ser abogado. Incluso en aquellos años en los que estudiaba Derecho en Jerez, siempre me planteé otras salidas profesionales antes de ejercer la segunda profesión más antigua del mundo.
Los abogados no tenemos, precisamente, buena fama. Siempre que hay una trama corrupta de envergadura, algún abogado está implicado como uno de los cerebros de la red. Eso por no hablar de lo difícil que resulta para muchos entender que un acusado de violación, un asesino y cualquier otro imputado tiene derecho a la mejor defensa posible. Tengo un amigo periodista que cada vez que yo hablo de las miserias de su profesión él recuerda, con toda la razón, las muchas que tiene la mía.
La mayoría de las veces los abogados que salen a la luz pública no son los más honrados ni los que tienen una actividad social más relevante. Desde que ejerzo la profesión he conocido a muchos de esos buenos abogados que no salen en los medios. Son los que intentan resolver los asuntos de la manera más satisfactoria y justa para las partes. Por supuesto, también hay de los otros, los que se prostituyen para enriquecerse de la manera que sea.
Ayer la Audiencia Nacional hizo pública la sentencia en la que reconocía una indemnización de un millón de euros a Rafael Ricardi por el tiempo que pasó, injustamente, en prisión. Ricardi es uno de esos que, para muchos, no merecía defensa por haber sido acusado de varias violaciones, alguien de quien la policía obtuvo una confesión falsa utilizando esos métodos de convicción que tanto se reclaman para otros casos.
Creo que nada puede compensar trece años encarcelado. No ya por el tiempo que nunca volverá, sino por esa sensación que debió sentir Ricardi de que todo el mundo se había olvidado de él, de que sus proclamas de inocencia caían en saco roto. Sin embargo, si Rafael Ricardi está ahora en la calle y cuenta con una renta suficiente para rehacer su vida, es, en entre otras cosas, por el buen hacer de dos profesionales de la abogacía. Mis compañeros, Antonia Alba y Juan Domingo Valderrama defendieron a Ricardi, con la mediación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía a partir de que surgieron las pruebas que proclamaron su inocencia.
Revertir el injusto encarcelamiento y conseguir una indemnización satisfactoria ha supuesto un gran esfuerzo para Antonia y Juan Domingo. Hoy, que ya es público el éxito de su empeño, quiero aprovechar esta columna para darles la enhorabuena. Aunque parece que no acaba aquí porque la Justicia, que le condenó injustamente ahora quiere incapacitarlo por su estado mental, algo que no tuvieron en cuenta para condenarlo.

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