jueves, 9 de febrero de 2012

On air: Siria no está tan lejos


Foto AFP

Esta semana quería utilizar mi columna para gritar en nombre del pueblo sirio. Ver las imágenes de la matanza, el extermino al que está sometiendo a la disidencia el dictador me obligaba a no permanecer en silencio. Así lo he hecho, aunque para ello haya utilizado como excusa una historia presente y pasada española.

La Historia la escriben los vencedores. En cualquier tiempo y lugar ha sido así. Sabemos poco de la Atlántida que se hundió con todos sus secretos y mucho más de Jesucristo porque sus seguidores han sobrevivido al paso de veintiún siglos. El que vence escribe, el que pierde enmudece. Pinochet mutiló la versión de Allende y calló la voz de Víctor Jara. Los tanques silenciaron para siempre a quienes se alzaron pidiendo libertad en Tiananmen.  
Hilda fue de las vencidas, por eso, durante muchos años, permaneció callada. A su madre se la llevaron cuando quería abrir la escuela y la mataron. Su padre también era maestro. A él también lo mataron. Las tres hijas del matrimonio fueron separadas y nunca volvieron a vivir juntas. Ayer por la tarde Hilda contaba su historia entre lágrimas en La Ventana. La habían condenado al silencio de los vencidos, pero ahora quería y debía contar su historia.
La oía a ella con el corazón encogida y me acordaba de Siria. Es casi seguro que en algún lugar de Homs hay una Hilda, que se llama Fátima o Sara y que ha visto como los que gobiernan, los que tienen el poder y las armas han matado a sus padres.  
Ya son más de 7.000 los muertos en Siria en un baño de sangre cruel que propagan el gobierno y el ejército para sofocar la voz de quienes se alzan exigiendo libertad y derechos. Mientras, la comunidad internacional asiste impávida al exterminio. Es uno de esos problemas que si dijéramos que nos interesa poco, estaríamos concediendo el beneficio de que algo nos interesa.
Si la libertad no ve la luz en Siria, si la dejadez de la comunidad internacional permite que Bashar al Assad perpetúe su tiranía, la historia de Fátima o Sara, o la de cualquiera de esas mujeres que han perdido a sus hijos prematuros por el corte de la electricidad en el hospital, todas esas historias de las más de 7.000 víctimas tendrán que permanecer en silencio. Serán historias que los vencedores negarán a los vencidos.
A lo mejor, si después de 70 años, cuando el tirano haya muerto, la libertad y la democracia llegan a Siria, estas mujeres, como Hilda, contarán sus historias. Puede que, incluso, algún juez en Siria decida investigar quién mandó matar a esos padres, quién mandó cortar el suministro eléctrico del hospital, por el derecho de esas víctimas a saber, a ser resarcidos. Lo que es poco probable es que ese juez sirio se vea envuelto en un proceso que lo pretenda condenar por querer investigar las tropelías de la dictadura 70 años después. En realidad, esas cosas sólo pasan en España porque los vencedores no han dejado nunca de serlo.

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