jueves, 20 de octubre de 2011

On air: Catalanes y andaluces


Josep Antoni Durán i Lleida. Foto de manuelrivas.com

Esta semana quería hablar de la Zona Franca, pero en la columna de ayer Julio Braña ya le dio un repaso a Teófila, Osuna y Rodríguez de Castro. Por eso mismo he aprovechado el vacío temático para sacar uno de mis temas preferidos que es el de las difíciles relaciones interregionales en esta España plural. Muchos políticos venden odio y hay electores que compran desprecio, pero falta, casi siempre, conciencia crítica. Y si en lugar de andar con camisetitas, con sevillanas y con pasodobles de Carnaval, los andaluces nos preocupáramos realmente de Andalucía, otro gallo nos cantaría.

Por las cosas de la vida, tengo la suerte de ir al menos un par de veces al año a Barcelona. Son siempre cuestiones de trabajo y casi siempre con las mismas personas lo que me ha permitido generar una serie de relaciones de amistad con mis compañeros catalanes. Nos juntamos un grupo de profesores de eso que se viene en llamar la España plural. Cada uno tiene sus cosas pero cuando estoy allí no soy ni más ni menos que nadie. Ejerzo de gaditano y andaluz, pero ni hago bandera de ello ni me siento despreciado por nadie en razón de mi condición.
Con el tiempo nos hemos ido conociendo mejor. Los catalanes con los que me relaciono me entienden cuando hablo, saben que pago los mismos impuestos que ellos y que me gusta mi trabajo como me gusta divertirme cuando no trabajo. También yo he descubierto que cuando hablo en castellano me contestan siempre en mi idioma, que no son tan sosos como parecen, ni tan tacaños como nos quieren hacer creer aunque miren el céntimo más de lo que lo miramos aquí. Somos diferentes, pero más parecidos de lo que algunos nos quieren hacer creer.
Por eso, sé que ellos no compran los discursos de esos políticos que tratan de utilizar a Andalucía para ganar votos. Ellos no, aunque hay catalanes que sí. Como en Madrid hizo Esperanza Aguirre. O como en el resto de España hubo gente que se tragó el discurso del boicot con el Estatut y dejó de comprar hasta yogures porque eran catalanes. Paletos hay en todos sitios, en el Ampurdán, en la Castellana y en el Bajo Guadalquivir.
A mi, sinceramente, no me molesta que Mas diga que a nuestros jóvenes no se les entiende. Más me molesta que Andalucía esté en el vagón de cola europeo en el informe Pisa sobre educación. No me cabreo si Durán i Lleida o Esperanza Aguirre hablan del PER, lo que me cabrea es que nuestras tierras sigan siendo grandes latifundios y que un 30% de los andaluces esté en paro. Tampoco me enfado con Puigcercós cuando dice que no pagamos impuestos porque lo que me indigna es que una de las mayores cobradoras de subvenciones sea Duquesa y se case arropada por una multitud de andaluces.
Lo que piensen los políticos catalanes sobre Andalucía no me preocupa. Pero me parece infantil responder con una camiseta o un pasodoble a las críticas. En Andalucía hay de todo. Gente cumplidora, educada, trabajadora e inteligente que tratan de sacar esta tierra adelante. Pero también hay otra mucha gente que contribuye, día a día, a que seamos el último escalón de Europa. Y esa gente es la que me cabrea. De esos andaluces no puedo sentirme orgulloso.

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