viernes, 8 de abril de 2011

On air: El Partido Institucional Andaluz

Gabriel Almagro y Luis Pizarro en una imagen de rtve.es
Ayer estuve en Barcelona por cuestiones laborales en el avión de ida escribí esta columna porque siempre que voy siento envidia de lo bien que le ha sentado a Barcelona, y a Catalunya en general, el Estado autonómico. Y mientras, en Cádiz el Partido Institucional Andaluz se descompone. Descomposición que, por cierto, fue el tema del almuerzo.


Me considero un firme defensor del Estado Autonómico. Con sus debilidades, porque cualquier sistema de organización del poder tiene sus puntos débiles, el reparto territorial derivado de la creación de las autonomías me parece altamente satisfactorio. España no es una, sino que el Estado español es un Estado plural compuesto por diversos territorios con una sensibilidad particular que, gracias al sistema autonómico han logrado encajar estas particularidades con los criterios más centralistas. No sin tensiones, por supuesto, porque tanto soberanistas como centralistas tratan de tensar la cuerda según sus planteamientos.
Sin embargo, mi convencimiento autonomista se derrumba cuando pienso en mi Andalucía. No es que crea que el sistema no funciona para nosotros. Simplemente pienso que hemos tenido mala suerte. Una mala suerte buscada porque hemos sido los andaluces quienes, con nuestros votos, hemos creado este monstruo institucionalizado que ha permeado en todas las instancias de poder y que ha convertido sus problemas internos, personales en cuestiones que afectan negativamente a los ciudadanos.
La sensación que tengo, desde hace muchos años, es que lo que cae en el ámbito de competencias de la Junta de Andalucía funciona tarde y mal. El nuevo hospital se retrasa cada vez que habla un representante de la Junta, de la Ciudad de la Justicia no tenemos noticias, los tribunales paralizan el tranvía metropolitano o el Polígono de las Aletas porque los servicios jurídicos de la Junta se saltan a la torera los trámites, escuelas infantiles y centros de atención de mayores están hasta arriba de deudas porque el dinero de la Junta llega demasiado tarde. Con escasa sorpresa confirmamos que existe una red clientelar que ha crecido alrededor de 30 años de poder: la trama de los EREs, los casos de enchufismo, el desarrollo empresarial de los hijos del expresidente…
Sé que estas consideraciones pueden ser injustas con algunas personas, por ejemplo, el propio Gabriel Almagro, víctima de la última guerra fratricida en el partido institucional andaluz y del que, las dos veces que he hablado con él, sólo puedo tener buenas palabras, por su cercanía, su interés y su bonhomía. Podemos salvar a personas concretas, pero no sólo han confundido el partido con las instituciones sino que han puesto sus intereses personales por encima de todo. Sólo así se explica que se pueda cesar al responsable del Bicentenario sólo a nueve meses del comienzo del Doce por cuestiones meramente internas. Sólo por respeto a Cádiz y al Bicentenario esta destitución no debería haberse producido jamás. 
Dicen que el cortijo se derrumba. Es la sensación que da. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que la alternativa que se perfila parece tan incapaz y dañina como los que van a marcharse.

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