jueves, 10 de marzo de 2011

On air: Mujeres de leyenda

Imagen de bebesymas.com
En esta semana, con el Día Internacional de la Mujer por medio, quería dedicar mi columna a un grupo de mujeres muy especial, una generación completa, que ha protagonizado la revolución femenina en España, primero como actriz principal y después como madre y ejemplo para los que veníamos detrás. Ahora, aún tienen fuerzas para seguir manteniendo vivo este país en su papel de abuelas. Sin prestaciones sociales suficientes, sin plazas de educación infantil, sin conciliación de horarios, con sueldos bajísimos, ¿qué harían tantos padres y madres si no fuera por ellas?

La medida de los 2.500 euros es un buen ejemplo de lo que ha sido la deriva del gobierno de Zapatero. En su momento, se presentó como un instrumento fantástico para combatir la bajísima natalidad en España y el envejecimiento de la población. Una de esas políticas sociales que quedaron abandonadas después sin que importara la natalidad, ni la pirámide poblacional ni nada que tuviera que ver con el futuro del estado español y sus habitantes.
No sé si será por el efecto de los difuntos 2.500 euros pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, han aumentado los carritos de bebé por nuestras calles y lo llamativo es que, muchos de ellos, la mayoría, de hecho, son empujados por mujeres que hace años que perdieron la fertilidad pero que mantienen intacto su instinto.
Es una generación de mujeres muy especial. Las que nacieron durante las décadas de los 40 y los 50 en España fueron educadas para ser mujeres cuando ser mujer equivalía a fregar, cocinar y cuidar a los hijos. Pero estas mujeres protagonizaron el gran cambio en el papel femenino en nuestra sociedad. Ellas fueron las primeras que masivamente salieron a la calle a trabajar y tuvieron que compatibilizar las horas de dedicación en la casa con empleos que servían para cuadrar las cuentas de esos hogares a los que esta sociedad consumista comenzaba a asfixiar. Hoy que ha dejado de sorprendernos ver a una mujer policía, taxista o bombero, hay que recordar que hace treinta y cinco años estas mujeres no podían abrir una cuenta corriente en el banco sin la autorización de su marido o su padre.
Ellas vivieron en primera persona la discriminación por ser mujer, reivindicaron su posición en la sociedad, educaron a sus hijos e hijas en igualdad y en libertad, todo lo contrario a lo que habían recibido en su educación.
Pero su condición de supermujeres, entrenada durante tantos años, no se ha perdido ahora cuando se convierten en abuelas y algunas ya jubiladas, otras aún en la brecha, sacan tiempo de su tiempo, como lo han hecho siempre, para cuidar de sus nietos. Ellas son las auténticas conciliadoras de la vida laboral y familiar porque son las que posibilitan que tantos jóvenes sigan siendo explotados mañana y tarde por un salario mileurista.
En esta semana en la que el Día Internacional de la Mujer saca a la luz historias de mujeres que permanecen olvidadas el resto del año y que les sirven a las políticas de carné y coche oficial para figurar como representantes de las féminas españolas, yo quiero acordarme de esas mujeres anónimas, madres antes, ahora abuelas, sin las que este país no podría funcionar.

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