jueves, 10 de febrero de 2011

On air: Anónimos

Una de las caras del panfleto anónimo.
El otro día recibí un anónimo en mi buzón. No, no era amenazante, al menos para mi. A todo color y con una cara de Zapatero. Algo poco apropiado en tiempos como los actuales, más aún sabiendo de quién y de dónde viene. Si el PP quiere criticar al PSOE con sus razones, que lo haga, pero que lo firme.


Será que yo siempre firmo los que escribo, con mi nombre y mi apellido, por lo que no me gustan los anónimos. Entiendo que en otros tiempos o en otros lugares puedan tener sentido. Hay que ser muy osado, por ejemplo, para cantarle las cuarenta al régimen chino, al rey marroquí o a tantos y tantos dictadores y sátrapas que hay repartidos por el mundo entero, la mayor parte de las veces con la connivencia del “democrático” mundo occidental. Sin embargo, en la sociedad española de hoy en día no hay sitio para la vietnamita debajo de la cama.

En estas ondas, en ocasiones, resguardados por el anonimato de una llamada se vierten descalificaciones sobre personas concretas y si no que le pregunten a Julio Braña. No digo yo que haya que ir con el DNI por delante, pero si se critica a sujetos específicos el mínimo decoro exige identificarse.

Los peligros de los anónimos son especialmente visibles en internet. Allí, tras un seudónimo, muchos sacan la parte más primaria de su pensamiento e insultan, critican o denigran a quien a ellos les venga en gana. Leer los comentarios a cualquiera de las noticias de los periódicos locales, produce una sensación extraña entre asco y desazón. Mi solución, tajante desde el día en que leí insultos muy graves para un buen amigo mío y una de las mejores personas que conozco, ha sido no volver a leer ni un comentario de esos, porque, probablemente, si todos los que firman como Pepe, Decai, Lolo o María tuvieran que mantener lo que dicen a cara descubierta, sin el cobijo de la privacidad de su sala de estar o de su despacho, no serían tan procaces para el insulto y la falta de respeto.

Ya digo que no leo anónimos y no hice una excepción cuando recibí el último en mi buzón. Con tonos rojos, creía que era publicidad socialista pero cuando ya tenía el díptico en los papeles que van al bidón azul, me di cuenta de que había un billete con la cara de Zapatero. Un billete, como en la campaña de hace cuatro años. Busqué para ver quien firmaba el panfleto, pero no encontré identificador alguno. Sólo un logotipo del PSOE utilizado espúreamente.

Y si en ciudadanos particulares resulta poco educado lo de esconderse para descalificar, cuando se trata de colectivos o administraciones roza lo ruin. Nadie fírma el panfleto, pero si defiende al Ayuntamiento de Cádiz y descalifica a la candidata socialista, blanco y en botella. Aún así, la Alcaldesa debería haber tenido la decencia de rechazar prácticas de este tipo, que son más mafiosas que democráticas. Pero ya sabemos que para los populares de Cádiz todo vale por mantenerse en la poltrona. Hasta interrumpir la actuación de una comparsa para meter su publicidad.

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