jueves, 13 de enero de 2011

On air: Humos y quejas

La columna de esta semana es sobre el tema de moda en España desde primeros de año: la ley antitabaco. Ya sé que a mi amiga Selva Otero no le gustará mi opinión, pero entre los fumadores hay de todo. Tampoco le gustará al presidente de Horeca, pero ese me da igual, porque él es de los de quejarse por todo... menos por la Alcaldesa.

Hay gremios que son habituales de las quejas. El ejemplo más claro es el de los agricultores que nunca están contentos, sea por el tiempo si no llueve porque hay sequía, si se pone a llover porque se arruinan las cosechas, sea por la producción, si se produce poco no se gana, si se produce mucho caen los precios y tampoco se gana.
La versión urbana de los agricultores son los hosteleros. Nunca están conformes, nunca están satisfechos. Vaya por delante que hay muchos hosteleros que merecen mi respeto. Son pequeños empresarios que están haciendo una apuesta por Cádiz y su entorno con una oferta original y atractiva. O sin oferta original y atractiva pero con honradez y respeto. Sin embargo, también conozco otros que no pagan ni la Seguridad Social de sus trabajadores, empresarios que obligan a hacer horas extras sin cobrarlas, o quienes cuelan garrafón haciéndolo pasar por primeras marcas. Por eso cuando los oigo quejarse, así en conjunto, como gremio, me convencen más bien poco.
La última causa de las quejas de los hosteleros ha sido la prohibición de fumar en sus locales. A mi, sin embargo, me parece una excelente medida. Yo nunca he fumado y en mi entorno familiar más próximo no hay ningún fumador. Dicho esto no soy de los que hago causa del antitabaquismo, que cada uno se mate con lo que quiera pero, por favor, que no me metan a mi en su proceso letal.

Hay pocas cosas más incómodas que cruzar los bajos del Puerta del Mar con la humareda que se formaba, o entrar en un bar atestado y salir impregnado de tabaco, o que la persona de la fila de delante en el estadio consuma sus noventa minutos fumando un puro. Con la nueva ley, las dos primeras deben desaparecer y para la tercera habrá que esperar algún tiempo.
Los fumadores y los hosteleros hablan de libertad, pero en un país en el que la gran mayoría no fuma parece una decisión acertada liberar los espacios comunes de la dictadura del humo. La libertad de los que no fumamos para poder respirar aire puro, empezando por los propios trabajadores de los bares.
Lo curioso es que los principales culpables de la medida han sido los propios hosteleros porque cuando pudieron escoger entre locales de fumadores y locales sin humo todos se lanzaron por la primera opción para asegurar ingresos y después ha llegado la imposición. Personalmente, podré regresar a algunos locales que no pisaba por culpa del humo y, como yo, otros que conozco. Así que, menos quejarse y a cumplir la ley. La antitabaco y las laborales, las de seguridad social, las de salud e higiene. Pero eso es harina de otro costal.

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