jueves, 25 de noviembre de 2010

On air: 25-N - El día de la vergüenza

La columna de hoy estaba dedicada a todas esas mujeres que sufren o han sufrido malos tratos en su hogar, a la memoria de las que murieron, al futuro de las que han salido de esa espiral y a la esperanza de las que tienen que abandonar ese infierno.


Hay días que producen sentimientos especiales. La melancolía el día de Año Nuevo, la ilusión el día de Reyes, la alegría el lunes de carnaval, la frustración el día de los derechos humanos y, hoy, 25 de noviembre, el día de la vergüenza.
Porque siento vergüenza de ser hombre cuando oigo la noticia de que un especimen cuyo sexo coincide con el mío ha asesinado a la mujer con la que compartía o había compartido su vida. En estos casos, miro de reojo a la madre de mi hijo, agacho la cabeza y me abochorno por ese varón que golpeó lo que un día había besado.
No logro imaginarme a una mujer, como la que comparte su vida conmigo, como mi madre, como mi hermana, como cualquiera de esas amigas con las que trabo a diario risas, tertulias y reuniones, padeciendo el infierno íntimo de la intimidación de un hombre que se cree su dueño sólo por su condición de hombre.
Cada mujer asesinada que se convierte en titular de los informativos es un aldabonazo en el orgullo de aquellos hombres que creemos que amor y violencia nunca van en la misma frase, los que pensamos que querer con malos tratos no es querer, los que creemos que sólo en una pareja de iguales, cuando se ha desterrado la sumisión, la agresividad y el miedo puede conjugarse el verbo amar.
Los centenares, miles tal vez, de mujeres asesinadas por sus parejas no tienen nada en común. Ni edad, ni nacionalidad, ni situación económica, ni nivel de estudios,... Sólo la violencia que sus verdugos ejercen sobre ellas las iguala en su condición de mujer maltratada con otras muchas que, aún, padecen en sus alcobas la miserable violencia de quien se cree superior sólo por haber nacido varón. 
Un día contra la violencia sobre las mujeres no es suficiente. Harían falta años, siglos para revertir las enseñanzas ancestrales que anudan la condición de hombre al viril ejercicio de la fuerza. Un día no es suficiente, pero hoy, 25 de noviembre, es un buen día para reflexionar, para plantearnos la necesidad de acabar con esta lacra, de que todos y cada uno de nosotros apoyemos a las mujeres víctimas de violencia en su hogar, para que nos concienciemos de que un maltratador no es un hombre. Y también, para reforzar las ideas de independencia, respeto e igualdad, fundamentales para una convivencia entre hombres y mujeres sin violencia. En ningún ámbito de la vida, y mucho menos, en el hogar.

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